Escritor español del S XVI, nació en Montilla. Incorporado a la Reforma, hubo
de huir de España y refugiarse en Ginebra; escribió el primer Catecismo
cristiano en lengua española. Su traducción castellana de los Salmos ha
merecido grandes elogios de Marcelino Menéndez y Pelayo (1856-1912, polígrafo e
historiógrafo español de gran saber), por su prosa excelente.
Tomado del
Tomo VIII del Diccionario Enciclopédico UTEHA, publicado en 1953 en México,
D.F.
Ocupó el puesto de rector del Colegio de la Doctrina, de Sevilla, de
donde huyó de la inquisición para llegar a Ginebra, en la que fungió como líder
de la congregación formada por los fugitivos que poco a poco se reunieron allí.
Algunos años después desempeñó el mismo cargo en congregaciones francesas.
Vivió algún tiempo en la corte de Renata de Ferrara, hija de Luis XII, en
Montargis, con el cargo de pastor. Murió en París de edad muy avanzada.
Pérez publicó los Comentarios a las Epístolas de San Pablo, de Juan de
Valdés. En 1556 publicó su propia traducción del Nuevo Testamento
(aprovechando a las anteriores), y en 1557 editó, con pie de imprenta de
Venecia, su elogiada traducción de los Salmos (apoyado en la traducción
de Valdés).
Asimismo escribió un Sumario de Doctrina Cristiana y un Breve tratado
de la doctrina antigua de Dios y de la nueva de los hombres. Otra obra suya
original fue un tratado llamado Breve sumario de indulgencias, en el que
con estilo y forma de bula papal anuncia a todos los hombres la buena nueva
ofrecida por Dios, y desfigurada por los hombres, pero ofrecida de nuevo
gratuitamente por la verdadera iglesia de Dios.
Escribió la Epístola consolatoria a los fieles de Jesu-Christo, que padecen
persecución por la confesión de su nombre en España. En ella muestra que el
refugio del cristiano son las promesas que proceden, no del hombre, sino del
mismo Dios. El lenguaje de su obra es sereno, elevado, sin imprecaciones y sin
estridencias, pues habla para personas convencidas de que lo "leve y
momentáneo de su tribulación, obraba para ellas un sobremanera alto y eterno
peso de gloria".
El supremo anhelo de su vida había sido dar a sus compatriotas la Biblia en
español. Él mismo trabajó muchos años en su traducción, pero no alcanzó a verla
impresa. En su testamento dispuso que el resto de los bienes que le habían
quedado en el exilio fuese empleado para la impresión de una traducción
española de la Biblia, obra que llevó a cabo más adelante, Casiodoro de Reina.
Tomado del
libro de Samuel Vila, 1977, Historia de la inquisición y la reforma en España,
CLIE, Terrassa.
Otros traductores:
Constantino Ponce de la Fuente
Tradujo y publicó las Bienaventuranzas
que pronunció Jesucristo en el sermón del monte, en su obra: "Summa
de Doctrina Christiana. En que contiene todo lo principal y necesario que el
hombre christiano debe saber y obrar" (1543). Se le llegó a
considerar: "el más grande filósofo, el teólogo más profundo y el
orador más elocuente que ha habido en España por muchos años". La
Inquisición lo apresó, lo atormentó, y murió dos años después; su cadáver fue
quemado por los inquisidores. Escribió también: Exposición del Primer Psalmo
(1546), Catecismo Christiano (1547) y Doctrina Christiana (1548).
Acceso a la "Explicación
del Primer Salmo Dividida en Seis Sermones" escrita por Constantino
Ponce de la Fuente:
http://www.cervantesvirtual.com/FichaAutor.html?Ref=254
Fray Luis de León (1527-1591)
Tradujo el Cantar de los
Cantares con carácter privado para y por solicitud de su prima, la monja
Isabel de Osorio, quien, como muchos otros, no sabía latín. Por dicha
traducción y debido a que, como conocedor del hebreo que era, afirmó en su cátedra
de Biblia, en la Universidad de Salamanca, que la Vulgata
(única versión latina aprobada por el clero romano para las naciones), contenía
errores, y porque dijo además que carecía de autoridad, por eso, tuvo problemas
con la Inquisición y estuvo encarcelado por cinco años. En prisión
tradujo el libro de Job, y finalmente también tradujo Salmos y Proverbios.
Escribió dos libros: Sobre los nombres de Cristo (libro que no he podido
conseguir, y por lo tanto, no podría dar un juicio preciso, aunque supongo que
quizás tenga alguna influencia de los errores doctrinales de Roma), y
La Perfecta Casada (en el que, según él, va explicando cada versículo sobre
el bello elogio a la mujer virtuosa que leemos en Pr. 31:10-31) . Dijo,
al regresar a su cátedra 5 años después: "Decíamos ayer...".
También escribió él: ¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido, y
sigue la escondida senda, por donde han ido los pocos sabios que en el mundo
han sido! (aunque el cristiano ha de vivir plenamente en su servicio a Dios:
enseñando, viviendo, y estudiando Su Palabra, reposando en Él, y andando por el
camino que nos enseñó Cristo, el cual, ciertamente no está escondido para todo
aquel que de veras le busca).
Tomado del libro de Samuel
Vila, 1977, Historia de la inquisición y la reforma en España, CLIE, Terrassa.
"Notoria cosa es que las
Escrituras que llamamos sagradas las inspiró Dios a los profetas que las
escribieron, para que nos fuesen en los trabajos desta vida consuelo, y en las
tinieblas y errores della clara y fiel luz, y para en las llagas que hacen en
nuestras almas la pasión y el pecado, allí, como en oficina general, tuviésemos
para cada una proprio y saludable remedio. Y porque las escribió para este fin,
que es universal, también es manifiesto que pretendió que el uso della fuese
común a todos; y así, cuanto es de su parte lo hizo; porque las compuso con
palabras llanísimas y en lengua que era vulgar a aquellos a quienes las dio
primero. Y después, cuando de aquéllos, juntamente con el verdadero
conocimiento de Jesucristo, se comunicó y traspasó también este tesoro a las
gentes, hizo que se pusiesen en muchas lenguas, y casi en todas aquellas que
entonces eran más generales y más comunes, por que fuesen gozadas comúnmente de
todos." (De los nombres de Cristo, Fray Luis de León, siglo XVI).
"Aquí la envidia y la
mentira me tuvieron encerrado. Dichoso el humilde estado del sabio que se
retira de aqueste mundo malvado, y con pobre mesa y casa en el campo deleitoso
con sólo Dios se compasa, y a solas su vida pasa, ni envidiado ni envidioso. (ODA XXIII - A LA SALIDA DE LA
CÁRCEL, Fray Luis de León)"
Fray Luis de León y 3 poemas
en español e inglés (haga click en el título correspondiente):
http://users.ipfw.edu/jehle/poesia/frayluis.htm
Acceso a su "Oda a
la Vida Retirada" :
http://luis.salas.net/fll01.htm
Julián Hernández y los monjes de San Isidro del Campo
El texto Reina-Valera
La primera versión castellana
del Nuevo Testamento traducida directamente del original griego fue obra de
Francisco de Enzinas, editada en Bruselas en 1543. La segunda Versión (revisión
de la primera), lo fue la traducción de Juan Pérez de Pineda, editada en
Venecia en 1556.
Ambas traducciones del Nuevo
Testamento se realizaron al amparo de la Reforma, y para el momento mismo de
sus publicaciones no pudieron llegar con facilidad a sus destinatarios, debido
al rígido control que ejercían los inquisidores en las fronteras
españolas.
No obstante, al cabo de un
tiempo de su publicación, Pérez de Pineda trabó contacto con un singular
personaje llamado Julián Hernández, quien oportunamente se ofreció para
introducir copias del Nuevo Testamento en España.
Con la terrible fuerza
opositora de la Inquisición por delante, Julián Hernández, quien más
tarde llegó a ser conocido como "Julianillo", comenzó a
realizar sus viajes. Su audacia y su valor eran extraordinarios, y vez tras
vez, logró meter abundante cantidad de Nuevos Testamentos y otra literatura
reformista en su país, hasta que finalmente fue traicionado, entregado en manos
de sus captores, y finalmente padeció la hoguera.
Sin embargo, la labor de Julianillo
no fue infructuosa, ya que antes de su captura consiguió esconder el precioso
contrabando en varios sitios a lo largo del recorrido de su huida. De estos
lugares, uno fue nada menos que... ¡un claustro de monjes católicos
llamado San Isidro del Campo!...
El resultado de semejante
hazaña no se hizo esperar. La Palabra de Vida comenzó su obra convirtiendo el
corazón de muchos de los monjes del monasterio, quienes, por abrazar su nueva
fe, se vieron forzados al exilio.
Entre los primeros que huyeron
de España, uno fue Casiodoro de Reina; otro, Cipriano de Valera. Recorriendo
las ciudades que se habían liberado del yugo de Roma en Europa, comenzaron sus
labores de traducción de la Santa Biblia.
Primero, habría de traducir
Casiodoro de Reina; luego, al tiempo, revisaría Cipriano de Valera. Su ardua
labor se refleja en parte de la "amonestación" que Casiodoro
dirige con estas palabras:
"La obra nos ha durado entre las manos enteros doce años. Sacado el
tiempo que nos ha llevado o enfermedades, o viajes, u otras ocupaciones necesarias
en nuestro destierro y pobreza, podemos afirmar, que han sido bien los nueve,
que no hemos soltado la pluma de la mano, ni aflojado el estudio en cuanto las
fuerzas así del cuerpo como del ánimo nos han alcanzado.
Parte de tan larga tardanza ha sido la falta de nuestra erudición para tan
grande obra, lo cual ha sido menester recompensar con casi doblado trabajo;
parte también ha sido la estima que Dios nos ha dado de la misma obra, y el
celo de tratarla con toda limpieza, con la cual obligación con ninguna erudita
ni luenga diligencia se puede jamás satisfacer.
La erudición y noticias de las lenguas, aunque no ha sido ni es la que
quisiéramos, ha sido la que basta para entender los pareceres de los que más
entienden, y conferirlos entre sí, para poder escoger lo más conveniente
conforme al sentido y noticia que Dios nos ha dado de su Palabra. Nos hemos
ayudado del juicio y doctrina así de los vivos como de los muertos, que en la
obra ha podido dar alguna ayuda, consultado todas las versiones que hasta ahora
hay, y muchas veces los comentarios.
Tampoco nos han faltado las experiencias y ejercicio de muchas de las cosas
que trata y hace principal estado la divina Escritura, que de hecho es la mayor
y más sustancial ayuda (no faltando las otras) para su verdadera
inteligencia."
Casiodoro de Reina, 1569.
El fruto de su labor es la
extraordinaria versión que hoy poseemos. Por su excelencia, sobrepuja todas las
demás versiones castellanas de las Sagradas Escrituras. La pureza de sus
expresiones constituye para la prosa española, un aporte monumental no
reconocido. Para la Iglesia de Cristo, posee el incalculable valor de haber
sido luz inicial de la Reforma. Hoy como ayer, por más de cuatro siglos, sus
felices giros de expresión unen el pensamiento cristiano y son punto de
concurrencia de las promesas y de la voluntad de Dios para sus hijos.
¡Somos, sin duda alguna,
deudores a este nuestro maravilloso y más querido Libro!.
Sin embargo, como hemos podido
apreciar en virtud del desarrollo de los estudios bíblicos realizados desde
comienzos del siglo XIX hasta el presente, y con los descubrimientos de muchos
manuscritos griegos más antiguos que aquellos que sirvieron de base para la
traducción de Casiodoro de Reina, se han puesto en evidencia tan graves
defectos, que hacen indispensable considerar su revisión a la luz de un tipo de
texto griego establecido mediante una metodología científica, que provea
relativamente todas las citas de evidencia manuscrita.
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