¿Durmió?. Es muy
difícil conciliar el sueño cuando no se sabe lo que está pasando dentro de un
frasco en gestación...
"Evite usted que penetren los bastoncitos en las cubas, y
siempre obtendrá usted alcohol, señor Bigo".
Hizo público en
su clase el descubrimiento: que unos animalillos tan sumamente pequeños eran
capaces de transformar el azúcar en ácido láctico, cosa que ningún hombre había
logrado hasta entonces. Escribió las novedades a Dumas, su antiguo profesor, y
a todos sus amigos; leyó trabajos sobre el mismo tema en la Sociedad Científica
de Lille y remitió un acabado informe a la Academia de Ciencias de París. Lo
que no está bien claro es si Bigo consiguió impedir la entrada de los maléficos
bastoncitos en sus cubas, porque eran como las malas hierbas en los jardines;
pero esta cuestión ya no interesaba tanto a Pasteur. El único hecho importante
era éste:
"¡La verdadera causa de las fermentaciones son unos seres
vivientes, unos seres vivientes subvisibles!".
Pasteur, con la
mayor ingenuidad, contó a todo el mundo que su descubrimiento era una cosa
notable; era demasiado ingenuo para ser modesto, y desde entonces en adelante
los pequeños fermentos llenaron su vida; comió y durmió, soñó y amó, siempre
abstraído, con los fermentos al lado...
Trabajaba sólo;
no tenía ayudante, ni un muchacho que le lavase los cacharros. ¿Cómo encontraba
tiempo para salir adelante con tal cantidad de cosas e ideas?. Pues, en parte,
ello era debido a su energía casi inagotable, y en parte, a Madame Pasteur,
quien, según palabras de Roux:
"Lo amaba hasta el punto de comprender su labor".
Aquellas noches
en que, después de haber acostado a los hijos de aquel padre abstraído, no estaba
solamente esperándole, esta esposa ejemplar, sentada en una incómoda
silla ante una pequeña mesa, escribía largos trabajos científicos que su marido
le dictaba. En otras ocasiones, cuando Pasteur estaba en el laboratorio
manipulando con los tubos y los matraces, ella traducía en una caligrafía clara
y elegante los garrapatos de los cuadernos de anotaciones; Pasteur era su vida
y, puesto que Pasteur solo pensaba en su labor, su propia vida iba siendo
absorbida más y más por esa labor...
III.
Pasteur fue a
París, adaptó como laboratorio un pequeño cuartucho abandonado, lleno de
ratas...
El mundo de la
ciencia le era hostil; Liebig, el príncipe de los químicos, el "sumo
sacerdote" de la química, era contrario a las ideas de Pasteur.
"Así, pues, dice Liebig que los fermentos no intervienen
para nada en la transformación del azúcar en alcohol; pretende que es necesaria
la presencia de la albúmina, y que precisamente al descomponerse ésta arrastra consigo
al azúcar, transformándola en alcohol. ¿Ya le enseñaré a Liebig que las cosas
son de otra manera!". "Lo que tengo
que hacer es cultivar fermentos en un medio que carezca de albúmina, y si en
estas condiciones los fermentos transforman el azúcar en alcohol, entonces ya
puede Liebig despedirse de sus teorías".
Empleó las
semanas siguientes en repetir el mismo experimento una y otra vez...
"A partir de esa hora - escribe - no aparté la vista del microscopio; dieron las nueve y
media antes de que tuviera la satisfacción de contemplar la reproducción de los
fermentos". "Suministrando azúcar
suficiente a los fermentos, no dejan de trabajar en tres meses o aún más".
Leyó trabajos
acerca de este tema, dio conferencias y lanzó insolentemente sus afirmaciones a
la cara del gran Liebig, desencadenando poco después una tormenta en París...
Los antiguos profesores de Pasteur se sintieron orgullosos de él. La Academia
de Ciencias, que antes se había negado a abrirle sus puertas, le concedió ahora
el Premio de Fisiología, y el genial Claude Bernard, considerado por los
franceses como la Fisiología en persona, por esta vez lo elogió con palabras
sublimes... Pasteur escribió orgullosamente a su padre:
"Monsieur Dumas, después de elogiar la aguda penetración de
que he dado pruebas, añadió: "La
Academia, Monsieur Pasteur, ha concedido a usted un premio hace pocos días por
otras profundas investigaciones; el público de esta noche, le aplaudirá como a
uno de los profesores más distinguidos que tenemos"."
Como era de
esperar, entre tantos vítores, hubo los correspondientes silbidos; por todas
partes empezaron a aparecer adversarios...
"Tenemos aquí el primer ejemplo de animales microscópicos
que pueden vivir sin aire" -señalaba Pasteur.
Era este el
tercer ejemplo y no el primero. Leeuwenhoek había visto la misma cosa 200 años
antes, y Spallanzani hacía 100, se quedó asombrado al descubrir la existencia
de seres microscópicos que pueden vivir sin respirar...
"Mis trabajos acerca de las fermentaciones me han conducido
de un modo lógico, a estos estudios (sobre la putrefacción de la carne) a los que he decidido dedicarme sin conceder mayor
importancia a los peligros que presentan, ni a la repugnancia que me inspiran",
y concluía citando a Lavoisier:
"El bienestar
público y los intereses de la Humanidad ennoblecen la labor más despreciable y
sólo permiten a los hombres cultos darse cuenta del entusiasmo y de la
perseverancia que se necesita para vencer los obstáculos".
VII-B
Después del
épico y heroico triunfo de Pasteur sobre el carbunco de las ovejas y de las
vacas mediante una vacuna, siguió otro gran triunfo: la vacuna contra la rabia:
"Nunca he podido olvidar los gritos de aquellas víctimas
del lobo rabioso que penetró en las calles de Arbois cuando yo era un niño"
- dijo Pasteur - "El virus de la rabia que
penetra en las personas con la mordedura, se fija en el cerebro y en la médula
espinal. Todos los síntomas de la hidrofobia hacen suponer que este virus, que
este microbio que no podemos encontrar, ataca al sistema nervioso, ahí es donde
tenemos que buscarlo, ahí es donde podremos cultivarlo tal vez, aunque no lo
veamos..."
En 1884, cuando
Pasteur olvidó por vez primera el aniversario de su casamiento, su pobre y
paciente mujer escribió a su hija:
"Tu padre está siempre abstraído, habla poco, duerme menos,
se levanta de madrugada, en una palabra, continúa haciendo la misma vida que
empecé con él hace 35 años".
Entonces, se le
ocurrió a Pasteur un medio sencillo para salir del nuevo atolladero:
"No es a los perros a los que debemos inyectar las 14 dosis
de vacuna, sino a las personas que hayan sido mordidas por perros rabiosos...
¡Qué fácil!... Cuando una persona ha sido mordida por un perro rabioso
transcurren unas cuantas semanas hasta que la enfermedad se declara... El virus
tiene que abrirse paso desde la mordedura hasta el cerebro y mientras esto
sucede, tenemos tiempo de inyectar las 14 dosis y proteger a la persona
mordida..."
Un mundo de
gentes mordidas, torturadas, empezó a desfilar por el laboratorio de la calle
Ulm... De Smolensko, Rusia, llegaron 19 campesinos mujiks mordidos por un lobo
rabioso 19 días antes... por la mañana y por la tarde, dos veces al día, para
recuperar el tiempo perdido, él y sus ayudantes inyectaron la vacuna en los
brazos de los rusos, la vacuna salvó a 16 de ellos... y el Zar de todas las
Rusias envió a Pasteur la Cruz de Diamantes de Santa Ana y cien mil francos
para empezar la construcción del edificio de la calle Dulot, morada de los
bacteriólogos, y que ahora se llama Instituto Pasteur.
De todas partes
del mundo... empezó a afluir dinero, millones y millones de francos destinados
a la construcción del laboratorio...
Sus últimas
palabras públicas fueron dirigidas a la juventud, a los estudiantes:
"No os dejéis corromper por un escepticismo estéril y
deprimente; no os desalentéis ante la tristeza de ciertas horas que pasan sobra
las naciones. Vivid en la serena paz de los laboratorios y de las bibliotecas.
Preguntaos primero: ¿Qué he hecho para instruirme?. Y después, a medida que
vayáis progresando: ¿Qué he hecho por mi Patria?. Hasta que llegue el día en
que podáis tener la íntima satisfacción de pensar en que habéis contribuido de
alguna manera al progreso y al bienestar de la Humanidad".
______________________________________________
Link (the death of the evolutionary theory foreshadowed):
Fragmentos tomados de su obra "Examen De La Doctrine De La Génération Spontanée"
(se han adicionado entre paréntesis algunas reseñas biográficas localizadas de
los personajes mencionados por Pasteur así como definiciones a palabras raras):
¿Existen
situaciones en las que se haya observado que se producen generaciones
espontáneas?, ¿en las que se haya visto que la materia procedente de los seres
vivos conserva de alguna forma un resto de vida y se organiza por sí misma?.
Esta
es la cuestión que hemos de resolver.
Independientemente
de la religión, de la filosofía, o de cualquier tipo de sistema, es una
interesante cuestión de hecho.
Intento
probar con rigor, que en todas las experiencias en las que se ha creído
reconocer la existencia de generaciones espontáneas en los seres más
subvisibles, terreno específico en el que se encuentra hoy circunscrita la
discusión, el observador ha sido víctima de ilusiones, o de causas de error que
no ha percibido, o que ha sido incapaz de evitar.
Cuando
a finales del año 1859, un hábil naturalista de Rouen, el señor Pouchet (Félix
Arquímedes Pouchet, 1800-1872, naturalista y médico francés, conocido por su
célebre controversia con Pasteur, curiosamente en Geología, proclamó la teoría
de las creaciones sucesivas), miembro correspondiente de la Academia,
anunció los resultados sobre los que creía asegurar de una manera definitiva la
doctrina de las generaciones espontáneas, nadie supo señalar la verdadera causa
de error de sus experiencias.
La
Academia de Ciencias, a pesar de sus protestas con que había acogido las
comunicaciones del señor Pouchet, comprendió todo lo que faltaba todavía por
hacer, y propuso como tema de premio la cuestión siguiente:
"INTENTAR, MEDIANTE EXPERIMENTOS BIEN
HECHOS, PRECISOS, RIGUROSOS Y ESTUDIADOS DE IGUAL MODO EN TODAS SUS
CIRCUNSTANCIAS, ARROJAR ALGUNA LUZ SOBRE LA CUESTIÓN DE LAS GENERACIONES
ESPONTÁNEAS"
El
problema parecía entonces tan difícil, que el señor Biot (Juan Bautista Biot,
1774-1862, astrónomo, matemático, físico y químico francés. Participó en la
medición del meridiano en España, y en la ascensión en globo de Gay-Lussac), cuya
benevolencia hacia mis trabajos nunca ha cesado, me vio compasivamente dedicado
a estas investigaciones, que me pidió siguiera yo sus consejos, que abandonara
este proyecto una vez transcurrido un período de tiempo determinado, si es que
yo no lograba superar las dificultades que me tenían abrumado.
El
señor Dumas (Juan Bautista Andrés Dumas, 1800-1884, químico francés,
investigó los alcoholes, los éteres y las oxiaminas, el agua y el aire;
descubridor de las amidas), nuestro ilustre presidente, cuya
amabilidad se equipara, en lo que a mí respecta, con aquella del señor Biot,
recordará sin duda que por ese mismo tiempo me decía:
"No
aconsejaría a nadie gastar tanto tiempo en este problema".
¿Cuál
era la necesidad que tenía yo para ocuparme de estos estudios?. Era una
necesidad bastante imperiosa, como ustedes mismos comprenderán en breve.
Veinte
años antes, los químicos habían descubierto un conjunto de fenómenos
verdaderamente extraordinarios, incluidos bajo el nombre genérico, y ya
antiguo, de: "FERMENTACIONES".
Todos
estos fenómenos exigían el concurso de dos tipos de sustancias: una, llamada
fermentable, como el azúcar, y la otra azoada (que tiene ázoe,
nombre dado por Lavoisier al nitrógeno), llamada fermento, siempre de
naturaleza albuminoidea.
La
teoría que generalmente se aceptaba era la siguiente:
"Las
sustancias albuminóideas, expuestas al contacto del aire, sufren una alteración
particular, de naturaleza desconocida, que les confiere el carácter de
fermento, esto es, la propiedad de actuar a continuación, mediante su contacto
sobre las sustancias fermentables".
Y
efectivamente, se conocía una fermentación, la más antigua y notable de todas,
cuyo fermento era un vegetal microscópico: "la fermentación
alcohólica". Pero como en todas las otras fermentaciones descubiertas más
recientemente, no se había podido comprobar la existencia de seres organizados.
Se
había ido abandonando poco a poco, y no si pesar, la hipótesis de una probable
relación entre la organización de éste fermento y su propiedad como tal, de
manera que al aplicar la teoría general antes citada a la levadura de cerveza
se decía:
"No actúa en
cuanto ser organizado, sino que al estar en contacto con el aire, la parte de
las levaduras muertas y en vía de putrefacción, actúa sobre el azúcar".
Por
medio de estudios minuciosos que están muy lejos de estar terminados, llegué a
conclusiones completamente diferentes.
Todas
las fermentaciones, en sentido estricto: la viscosa, la láctica, la
butírica, la del ácido tartárico, la del ácido málico, etc., coincidían
siempre con la existencia de seres organizados.
La
condición organizada de la levadura de la cerveza, lejos de ser una cosa
molesta para la teoría, pertenecía por el contrario, a la ley común, siendo el
modelo de todos los fermentos propiamente dichos.
En
otras palabras, me encontré con que las materias albuminoideas no eran jamás
fermentos en las fermentaciones en sentido estricto, sino el alimento de los
mismos, y que los verdaderos fermentos eran seres organizados.
Aceptando
esto, se confirmó que éstos fermentos se originaban del contacto de las
sustancias albuminoideas con el oxígeno.
Una
de estas dos cosas tenía que ser cierta:
"O bien, los
fermentos mencionados nacían por generación espontánea, en presencia de
oxígeno, como si el oxígeno por sí sólo los generara mediante su contacto con
las materias organizada" ,
"O bien, no
nacían por generación espontánea, y entonces no se trataba únicamente del
oxígeno sólo, en cuanto gas, sino como excitante de un gérmen llegado
simultáneamente con él, o existente en las sustancias en cuestión".
He
aquí el por qué me era necesario, en el punto en el que me encontraba en mis
estudios acerca de las fermentaciones, el resolver, de ser posible, el problema
de las generaciones espontáneas.
Las
investigaciones que les voy a exponer ahora no han sido, por lo tanto, sino una
digresión (desviación temática colateral a un tema principal) impuesta por mis
trabajos sobre las fermentaciones.
El
análisis de los trabajos efectuados hasta el año 1859, planteaba la discusión
en términos muy definidos.
La
mayor parte de los naturalistas, aceptaba la antigua hipótesis de la
diseminación aérea de los gérmenes y afirmaba que eran éstos gérmenes los que
se detenían o se destruían en las experiencias de Schwann (Teodoro, 1810-1882,
fisiólogo y anatomista alemán, investigó las fermentaciones y la vaina de las
fibras nerviosas, uno de los difusores de la teoría celular, célula de Schwann:
la que en el desarrollo de los nervios forma su envoltura, vaina de Schwann: la
cubierta exterior de las fibras nerviosas) de Schulze y de
Schroeder.
Los
partidarios de la generación espontánea, por el contrario, afirmaban que en
estas experiencias se destruía un principio ignoto, quizás un gas análogo al
ozono, o tal vez un flúido, o cualquier otra cosa sin vida que fuera el primer
motor de la vida en las infusiones, tal como Schroeder y Schwann lo habían
insinuado.
"Si se trata
de gérmenes - añadían - mostradlos, pues serían cosas visibles y
reconocibles al microscopio", "no se puede negar - seguían diciendo -
que en el polvo depositado en la superficie de los objetos o de los monumentos
antiguos, no hay a veces esporas ni huevos de microzoarios, sino en números
extraordinariamente reducidos, como ocurre en general con las semillas viajeras".
Uno
de los partidarios más declarados de las doctrinas de las generaciones
espontáneas, el señor Pouchet, se expresaba así:
"En
ocasiones se encuentran en el polvo algunos huevos de microzoarios, pero ello
es una auténtica excepción", "entre los
corpúsculos del polvo que pertenecen al reino vegetal - afirmaba en otro
lugar - hay esporas de criptógamas, pero en número extraordinariamente pequeño".
He
aquí exactamente mi punto de partida. Para empezar, notemos que sirve de mucho
estudiar el polvo en reposo, ¿a qué volumen de aire corresponde?. Es imposible
decirlo.
Por
otra parte: ¿qué corpúsculos en suspensión en el aire son los que se
depositan?, ¡los más pesados!, es decir, los corpúsculos minerales u orgánicos
de mayor volumen, en tanto que por el contrario, nosotros estamos interesados
en recoger y estudiar los más ligeros.
He
aquí un medio sencillo para reunir los corpúsculos que están en suspensión en
el aire y de examinarlos al microscopio:
Coloquemos en
un tubo de vidrio una pequeña porción de algodón pólvora (mezcla de
nitrocelulosas que se fabrica tratando algodón hidrófilo con ácidos
nítrico y sulfúrico, se emplea como explosivo), de la clase que es soluble
en el éter acético, o en una mezcla de alcohol y éter.
En seguida,
por medio de un aspirador de agua, hagamos pasar al tubo un volumen de
aire determinado. Las partículas de polvo se detendrán, al menos en gran
parte, en las fibras del algodón.
Disolvamos
entonces el algodón en la mezcla etérea.
Después de un reposo
de 24 horas, todas las partículas de polvo caerán al fondo del tubo, donde
será fácil lavarlas varias veces por decantación.
Se las
transporta entonces a un vidrio de reloj, donde el resto del líquido se
evapora,
Más tarde, se
las somete, sobre el portaobjetos del microscopio a los diversos reactivos
propios para revelar su naturaleza. Lo mejor es disolverlos en ácido
sulfúrico concentrado, que ataca in situ a la fécula y no altera en
absoluto la forma de muchos gérmenes de mohos (planta pequeña, hongo, que
se cría en la superficie de ciertos cuerpos orgánicos y los descompone) o
infusorios (animalillos microscópicos que viven en los líquidos), pues hay
que tener en cuenta que es la forma, sobre todo, lo que sirve para
reconocerlos. El ácido sulfúrico tiene, además, la ventaja de separar los
corpúsculos de naturaleza diversa, aislándolos y permitiendo así reconocer
mejor los que son orgánicos, ya que ellos están a menudo englobados por
partículas amorfas que impiden distinguir bien sus contornos.
Realizando esto, he aquí el
resultado al que se llega:
Las
partículas amorfas se encuentran constantemente asociadas a corpúsculos
evidentemente orgánicos, de volumen, forma y estructura muy variables. En lo
que toca al número, varía mucho según las condiciones atmosféricas.
De
esta manera, no tengo duda alguna, de acuerdo con lo que he podido observar en
este género de estudios, que sería tan conveniente proseguir, extender y
perfeccionar, de que la transparencia del aire después de la lluvia se debe en
gran parte al arrastre de las partículas de polvo hasta el suelo por parte de
las gotas de la misma.
Tampoco
dudo que la niebla debe una parte de su opacidad a los numerosos corpúsculos
amorfos y organizados que contiene.
En
cualquier caso, he aquí el resultado, que ofrece a ustedes una idea del número
verdaderamente presente en el aire de una calle de París poco frecuentada, la
calle de Ulm:
Haciendo
pasar durante 24 horas, tras una serie de días con buen tiempo, una corriente
de aire bastante rápida sobre una borlita de algodón de un centímetro de
longitud, y medio de ancho, será fácil contar, en el polvo recogido y diluído
en ácido sulfúrico concentrado, varios millones de corpúsculos orgánicos.
El
cálculo es muy sencillo, conociendo la relación entre las superficies reales
del campo, de la gota de líquido observada, y la cantidad media de corpúsculos
que se encuentra en cada campo estudiado.
No
abandonemos este tipo de experiencias, sin extraer un resultado nuevo muy digno
de interés dentro del tema que nos ocupa.
El
aparato que utilizamos está dispuesto de tal manera que es muy fácil someter a
las partículas de polvo a la acción de una temperatura más o menos elevada en
estado seco, antes de sumergirlas en un líquido orgánico. Será suficiente con
sumergir el tubo en U en un baño de agua pura, de agua saturada de
diversas sales, o de aceite. Un termómetro marcará la temperatura exacta del
baño. Hecho esto, será asimismo fácil comparar la acción que la misma tiene
sobre la de esporas verdaderas de los mohos más vulgares.
De
esta manera, resulta que el polvo que está en suspensión en el aire, conserva
su fecundidad hasta la temperatura de 120º aproximadamente, que desaparece
cuando se eleva hasta 130º. Las esporas de los mohos vulgares se comportan de
la misma manera. Calentadas al abrigo de toda humedad, permanecen hasta 120º,
pero si la temperatura llega a 130º ya no germinan.
¿No
constituye esta correspondencia una nueva prueba de que entre los corpúsculos
orgánicos que existen en el aire hay esporas de criptógamas?.
Los
experimentos que he expuesto creo que dejan fuera de duda el hecho de que el
origen de las producciones orgánicas de las infusiones que han llevado a la
ebullición, es exclusivamente debido a las partículas de polvo que existen en
suspensión en la atmósfera.
El
conjunto de todos estos resultados, creo que demuestra, con la mayor evidencia,
que debe descartarse toda idea acerca de principios misteriosos, flúidos, gases
conocidos o desconocidos, ozono, etc.
No
hay nada en el aire que condicione la vida en las infusiones, excepto las
partículas sólidas que transporta.
Este
resultado es cierto.
Todo
el avance de mi trabajo reside aquí, no lo exageremos ni lo reduzcamos:
Dada
una infusión orgánica que ha sufrido la ebullición, si se la expone al aire se
altera, apareciendo a la vuelta de pocos días, criptógamas e infusorios. Pues
bien:
Está
confirmado por mis experiencias que su alteración se debe únicamente a la caída
de partículas sólidas que el aire acarrea siempre.
Absolutamente
NINGUNA OTRA CAUSA tiene la vida en las infusiones que han
sufrido la ebullición.
Por
otra parte, he recogido éstas partículas y he visto al microscopio que están
formadas de restos amorfos unidos a corpúsculos organizados que son
completamente iguales a los huevos de los infusorios o a las esporas de las
criptógamas.
Si
los partidarios de la generación espontánea desean sostener todavía sus
principios frente a estos hechos, pueden hacerlo. Pero será necesario que digan
que prefieren colocar el origen de las producciones organizadas en los restos
amorfos, en el hollín, en el carbonato cálcico, en la sílice, en las briznas de
lana, etc., antes que en los corpúsculos que se parecen tanto a los gérmenes de
éstas mismas producciones.